Ya estábamos eliminados matemáticamente de la Champions y entramos rabiando en la Europa League con un empate ante un total desconocido Apoel de Nicosia. Las cosas poco a poco comenzaron a rodar y de los puestos muy cercanos al descenso Quique empezó a hacer reflotar al equipo. El sorteo en la Copa parecía favorable ya que nos esperaba un camino con Recreativo, Celta y Racing de Santander... y se llegó a la final (en la que jugaríamos contra el Sevilla). En cuanto a la Europa League, desde que debutamos ante el Galatasaray y durante toda la competición, se vió que era ahí donde podíamos brillar realmente. Fuimos eliminando a rivales de entidad hasta llegar a semis contra el Liverpool (en el que un gol de Forlán al final de la prorroga nos llevó a la final de Hamburgo).
Nos situamos a principios de mayo de este año. Yo personalmente vivía esta situación, primero como algo nuevo (obvio, yo nací en el año del doblete) y puede que también lo viviera con demasiado optimismo; cada día en el instituto que hablaba con los compañeros de fútbol (a excepción de uno, todos eran del madrid) ellos y yo estábamos de acuerdo en que de esas dos, al menos una final la ganaríamos. Tenía el pálpito de que sería la final de Hamburgo, puede que porque jugáramos contra un equipo muy inferior, o simplemente porque temía mucho al Sevilla en Copa.
Llegaba el 12 de Mayo y podíamos ser campeones de europa. Se dice pronto, yo nunca había pasado por algo ni parecido y tenía muchas ganas de ver lo que pasaba en el partido. Nos adelantabábamos pronto y ellos nos empataron. A partir de su gol los ingleses desaparecieron y solo tenían peligro ante la puerta de De Gea con acciones aisladas de Bobby Zamora. Finalmente se llegó a una prorroga en la que ambos equipos estaban fundidos físicamente, pero estaba claro que con los espacios que había, salvo catástrofe de nuestra defensa, nuestros cracks tenían que aparecer, y tras un arranque de Agüero (sacando fuerzas de donde no las había), se plantó en la banda, la centro rasa, y Forlán que llegó como una flecha desde atrás la empujó, casi de espuela. Eramos campeones de Europa.
Una semana después llegó la final de la Copa del Rey, que perdimos contra el Sevilla. Ellos anotaron pronto pero el partido lo dominamos nosotros, no nos sirvió y en una jugada en la que asediábamos el área sevillista, Navas anotó el segundo y apagué la televisión con toda mi violencia.
La victoria de la Europa League nos clasificaba para la Supercopa de Europa. Nos enfrentábamos ante un Inter de Milán que aspiraba a repetir la hazaña del Barsa de las 6 copas. Ellos partían como claros favoritos y sabíamos que tras la desastrosa pretemporada que llevábamos el equipo se tenía que aplicar. Y así fue...
Vi el partido desde mi posición habitual en la Peña Atlético de la que soy socio con un amigo (Gabriel Sevilla), y quedé sorprendidísimo porque Domínguez jugara en el lateral izquierdo y Filipe ni estuviera en el banquillo (estuvo vestido de chaqueta viendo el partido como un aficionado más). Mi primer pensamiento fue "Esto es una locura", pero tras esto pensé "Bueno, él les ve entrenar cada día y ha estudiado al Inter a fondo... es el entrenador y sabe lo que se hace". Y así fue... El Atlético arrolló al Inter en un partido con claro dominador, en el que el conjunto italiano a penas tiró a portería y en el que se vio que nuestros jugadores estaban en un momento de forma excelente. Primero marcó Reyes y causó el delirio entre los atléticos. Faltaba mucho tiempo y conocemos la fama de "El Pupas" que tiene nuestro equipo, pero ese día no era para "el Pupas", no era para él ni para nadie que nos pudiera traer algún mal presagio... cuando Agüero marcó y nos aseguró este doblete europeo, comenzó la fiesta. Todos celebramos el segundo título en 3 meses tras estar muchos años de sequía y volvimos al sitio que nunca debimos abandonar.
